sábado, 17 de junio de 2017

Movie Critic: El Poder de la Ambición

Image result for gold movieProducida y protagonizada por Matthew McConaughey en un admirable cambio físico, llega a los cines esta película basada en uno de los grandes escándalos de la economía americana en los 90. ¿Vale la pena verla?


La fórmula “Scorsese” es una fórmula narrativa trillada de la que ni siquiera el mismísimo director que lleva su nombre, y ni hablar de sus incontables imitadores, puede escapar.
Se trata de una fórmula muy conocida por cualquier cinéfilo ávido, y especialmente por aquellos que vieron o A) Muchas películas de la filmografía de Scorsese o B) Muchas películas de “gangster” en general. La típica historia del sueño americano tipo rags to riches (de la pobreza a la riqueza) con una tercera parte añadida en la cual el enriquecimiento y poderío del individuo, construido a partir de bases ilegales o de engaño, cae. En el medio hay estilos de vida ostentosos, esposas histéricas, y en el caso de Scorsese, un desquiciado cómplice de la mano de Joe Pesci o Jonah Hill. Es la típica historia de “todo lo que sube, cae”, con un poco de “el dinero no compra felicidad” y el tan satisfactorio “la vida siempre devuelve”.
Ahora,  no es que El Poder de la Ambición ponga una tilde en cada una de las cajas de la fórmula “Scorsese”, pero ciertamente no hace nada (o incluso, hace lo mínimo posible) para desvirtuar apenas el tan reciclado modelo de filme. Como consecuencia, para ir directo al grano, El Poder de la Ambición es ambas partes bodrio y decente, difícil de tolerar pero absolutamente competente.
Esta historia scorsesiana basada en hechos reales tiene como protagonista a Kenny Wells (Matthew McConaughey), que luego de haber trabajado junto a su ahora difunto padre en una firma de inversiones para excavaciones mineras, se encuentra en una situación difícil económica y emocionalmente. Si bien cuenta con el apoyo completo de su dulce esposa Kay (Bryce Dallas Howard), su desmesurada ambición no se ve en proporción a la modesta vida como emprendedor fracasado que está llevando. Esto es hasta la noche en que tiene un sueño particular, y encara con sus últimos ahorros un viaje a Indonesia, donde convence al exitoso minero Michael Acosta (Edgar Ramírez) de buscar minas en territorio selvático inexplotado, donde Wells supone que previa actividad geológica podría haber llevado a grandes reservas de oro, quizás las más grandes del planeta. Wells y Acosta se comprometen de forma completa con el proyecto, y lo demás es tal como se lo predice.
Stephen Gaghan (Syriana, Abandon) muestra habilidad al mantener la temática de excavaciones, empresas mineras e inversiones de esa índole simple y relativamente llevadera. Sin embargo, recurre a una técnica de dirección tan simple que, consecuentemente, la película sufre al intentar captar interés a través la gran mayoría de la duración. No hay voz del director en ningún momento, ni siquiera de los actores, y la historia progresa de manera tan obvia y no característica que es difícil no mirar el reloj durante la primera  hora del filme.
Por supuesto, no es solo su culpa. El talón de Aquiles del proyecto es sin duda el guion desarrollado por Patrick Massett y John Zinman (La dupla detrás de nada más y nada menos que Lara Croft: Tomb Raider). No solo los diálogos son dolorosamente malos (“En este negocio no hay correctos o equivocados, si no aciertos y errores” escupe en un momento el personaje de Acosta como si fuera una epifanía) sino que además el filme acude a las herramientas narrativas más holgazanes para mantener el contenido de la historia entendible. En una ridícula secuencia inicial, Wells le explica a Kay (o mejor dicho, a la audiencia) como funciona el negocio de su padre utilizando su cartera. Este momento, junto a otros del proyecto, se sienten demasiado simplificados, como si los mismos guionistas ven a la audiencia desde arriba, creyendo a la misma incapaz de entender de otra forma conceptos familiares a los personajes y su universo.
Nuevamente, no se puede culpar tanto a los guionistas. Todo, al fin y al cabo, lleva al argumento en sí. Tanta cháchara sobre oro, inversiones y el no tan fascinante mundo de los explotadores mineros y sus revistas y entregas de premios puede ser interesante hasta un punto. Sin embargo, ni los guionistas ni el director hacen un esfuerzo por mantener estas secuencias entretenidas, al menos que sus intentos se vean reflejados por un tratamiento decididamente glamoroso del material, lo cual lleva a una estructura narrativa que es muy fácil de predecir. Eso es hasta el tercer acto, que salva a la película de ser un completo desastre, con un giro bastante efectivo y una conclusión que, a pesar de que haya sido tomada prestada de otros largometrajes superiores, hace un buen trabajo de elevar la película unos cuantos metros sobre la miseria, hacia el tan aclamado y glorioso eslabón de las películas “pasables”
En cuanto a actuaciones, McConaughey se ve completamente comprometido al rol, incluso engordando bastante para interpretarlo. Bryce Dallas Howard tiene momentos actorales muy destacables también, pero en general, los personajes son tan unidimensionales y aburridos que no el peso que levanta el talentoso elenco no es suficiente. Por otro lado, el personaje de Edgar Ramirez, que resulta tener más dimensiones que el resto, es interpretado de forma tan insípida que pierde memorabilidad.
En fin, El Poder de la Ambición es un ejemplar inferior de un cine que vimos demasiado. Si uno por alguna razón quiere ver una reversión de El Lobo de Wall Street pero sin la energía y la decadencia, entonces adelante. En sí, me gustaría expresar mis deseos por el cual este género tan reutilizado de películas encuentre aquí su merecido descanso.


Nuestra opinión: 4/10

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