
El mundo se convirtió en un lugar impredecible cuando, en Mayo del año pasado, Climax apareció en Metacritic con un puntaje de 85/100, una clasificación extremadamente alta para Gaspar Noé que construyó una exitosa carrera basada en la polarización de opiniones más que en la ovación de la crítica. Es verdad que estos números provinieron de una escasa cantidad de críticos que lograron atender a la premiére de la película en la Quincena de Realizadores en Cannes, y que ahora el puntaje descansa en un menor pero aún impresionante 83 (Veremos que será del puntaje cuando el filme se estrene en cines estadounidenses en Marzo de este año). Incluso Noé estaba estupefacto al ver como la crítica recibió con honores su nuevo trabajo. Uno pensaría que a medida que se movía más lejos de sus orígenes en el movimiento "French Extremity" hacia territorios más espirituales y filosóficos, un retorno a sus provocadores inicios sería lejos de complacer a sus detractores. Pero así parece ser con Climax, para muchos, incluyéndome, la obra maestra de Noé.
Y ahora mi confesión: No soy fanático de sus anteriores filmes para nada, y formaría parte de ese compendio de críticos que por mucho tiempo descalificó su trabajo por ser un ejercicio en provocación sobre sustancia. No he visto Solo Contra Todos, pero revisé sus tres trabajos anteriores a Climax, indiscutiblemente sus más conocidos. Tampoco soy parte de aquellos que niegan el potencial contenido en esos tres filmes. Noé siempre fue único e innovador en el territorio visual, yendo a donde pocos cineastas van experimentando directamente con la "física" del cine, las experiencias sensoriales que un cierto tipo de iluminación, de movimiento, de sonido, y sus respectivas repeticiones, pueden llegar a tener en el espectador. El tema es que Noé confiaba demasiado en el valor trascendental de sus experimentaciones para llenar el espacio de una película de larga duración (Particularmente en el caso de Love y...uff, Enter the Void). Profundicemos.

"Climax" vió la luz por primera vez en la sección de la Quincena de Realizadores en el Festival de Cannes del 2018, donde recibió el Art Cinema Award.
Irreversible dura una hora y cuarenta, pero podría tranquilamente durar 20 minutos, y es esa extensa duración lo que la hace una experiencia miserable, muchísimo más allá de su contenido. Toda la película es prácticamente reducible a esa infame secuencia donde el personaje de Monica Bellucci es brutalmente violada durante 9 minutos, plano secuencia, cámara fija, en un pabellón bien iluminado para que veamos toda la violencia, la sangre, los mocos, la saliva, etc. Es una escena terrible y lo más insensible que Noé filmó en toda su carrera, y es tratada por el director como el plato fuerte de la película. La escena no necesita ser así, por supuesto. Noé ha hecho todo tipo de excusas, dejando más en evidencia una filosofía muy pedorra sobre como el acto de violar no es horrible y asqueroso al menos que "lo muestres". Por lo tanto, lo muestra, y se felicita al hacer pasar a sus espectadores (y quizás de forma más abominable, a su actriz principal) por semejante secuencia solo para terminar la película con un mensaje con la profundidad de decir "Che, violar está mal". Mas allá de esa tan masculina mirada sobre un sufrimiento padecido tan intensamente por mujeres (Si, si, si, los hombres también sufren abuso sexual, pero no es el punto de esta película y lo sabemos), tenemos la demonización de la comunidad gay de francia y la subcultura de los "leather bars" como parte de este universo de cosas horribles, en una secuencia que filma un club de sexo/boliche gay como si fuera el infierno mismo. Noé intentó justificarse, una vez más, diciendo que al aparecer masturbándose entre los homosexuales, no está imponiendo juicio o creyéndose superior a ellos, lo que lo incrimina aún más, incómodamente posicionándose en este mundo donde violar y tener ciertas preferencias sexuales parecen tener igual valor. "¡Oh, miren a los gays sadomasoquistas en toda su perversión! ¿Acaso no te mareo con estos movimientos de cámara y esta frecuencia de sonido?".
Había un buen mediometraje en Irreversible, con su innovadora forma de filmar, su estructura narrativa estilo Memento y sus inteligentes analogías, que se vieron injustamente alargadas de tal forma que Noé recurrió a provocación barata para mantener al espectador interesado (La película literalmente abre con un anciano desnudo, explicando como tenía sexo con su hija. ¿Es relevante a la historia? No, pero es bastante jodido, ¿no?).
¡Pero Enter the Void es peor! Porque acá la provocación pasa por otro lado. En vez de imágenes brutales, Noé tuvo la fascinante idea de filmar la película en primera persona. El primer acto encuentra a la cámara con manos y pies, parpadeando, firmemente en el cuerpo del personaje, y luego, cuando éste muere, la cámara adquiere la forma de un espíritu que flota a través de la ciudad, y ve como sus conocidos reaccionan a su muerte, además de tener impredecibles flashbacks a lo que sucedió durante su tiempo en la tierra. Es un concepto atractivo e interesante...para un cortometraje, y ciertamente muy esquelético para una película de 2 HORAS Y CUARENTA MINUTOS, donde uno juraría que por lo menos 30 minutos consisten en la cámara moviéndose por los cielos de un punto de la ciudad a otro. Noé está en modo "reflexión espiritual" durante todo el filme, enamorado de su idea sobre cómo reflejar la muerte, el limbo y la eventual reencarnación, además de explorar lo que él personalmente haría si se convirtiese en un fantasma. Hay bastantes drogas, un poco de incesto para apaciguar a los "film bros" que buscan "cosas jodidas" en su cine, y muchísimo vagabundeo que no lleva a nada. ¡Siguiente!
Love...¿donde empezar con Love? Una película sobre gente de mierda, siendo gente de mierda, y siendo miserable por ser...bueno, gente de mierda. ¿Suena interesante? Pará, pará que no termina ahí....esta gente de mierda, coge, y coge lindo, con todo al descubierto. Hay un plano detalle de una eyaculación directo en la cara, ¡y está en 3D!
A esta altura, algo admiro de Love porque siento que Noé estaba consciente de que cualquier artilugio provocador que implemente en sus filmes, sus fans lo van a adorar sin importar qué. Lo más loco es que Love es su película menos innovadora e interesante, menos "bodrio" que Enter the Void, pero menos excitante. El sexo sin simular en pantalla se había experimentado antes, y en mejores películas, incluso en excelentes piezas directamente pornográficas, pero bue....por lo menos Benoît Debie la rompe iluminando esos encuentros de forma sensual y delicada.

"Climax" es la cuarta colaboración entre Gaspar Noé y el director de fotografía belga Benoît Debie
Y así llegamos finalmente al punto de todo este largo recorrido por la filmografía (o la parte que ví) de Noé: Climax. 95 minutos, dos mitades claramente marcadas en tono y estilo, filmada en 15 días en solo una locación y con un guión de 5 hojas, es el trabajo más magro de Noé, y es su mejor película.
Es casi irónico que Noé esté en su mejor forma cuando se limita. Climax presenta a todo momento oportunidades para irse al carajo, para convertirse en excesivamente violenta, en absolutamente desquiciada, pero se mantiene siempre distante, objetiva. Se puede sentir a Noé diciendo "No, hasta acá está bien, veamos desde acá como podemos hacer de la película una experiencia sensorial intensa sin recurrir a lo esperable". Esto no quiere decir que no tenga momentos de locura: El "climax" (lol) iluminado por luces rojas que parpadean, es de lo más infernal que filmó Noé hasta el momento, y tiene la duración perfecta. Todo en Climax tiene una duración perfecta. Es casi matemática en su precisión, y aún así retiene un espíritu de improvisado que la hace sentir super joven y fresca. La primera mitad es una fiesta, en todos los sentidos: Excluyendo una ominosa escena inicial con una joven ensangrentada arrastrándose en la nieve y gritando de dolor, los primeros 45 minutos de Climax son joviales, vibrantes y enérgicos. Encontramos aquí dos secuencias de baile, una al ritmo de una versión instrumental de "Supernature" de Cerrone, y otra que mezcla dos canciones partes de la banda sonora original del filme ("Dickmatized" de Kiddy Smiles y "What To Do" de Thomas Bangalter). Las dos secuencias son películas por si solas. Los bailarines demuestran una proeza formidable y la cámara se mueve (o mejor dicho, se detiene) lo justo y necesario para que el espectador vea todo. Esta noción de "verlo todo", esta pretensión de dios que tiene la narración, se ve toda la primera parte de la película. Un montaje donde cortamos de personaje a personaje a medida que hablan de cómo van a culearse a todos los que están en la habitación, o cómo llegaron a estar donde están, parece tener como propósito extraer un máximo de humanidad de estos personajes que, en sí, son bastantes vagos en su descripción. Noé no pierde tiempo caracterizando sus diferencias y peculiaridades, sino acentuando sus similitudes. Son todos partes de este grupo de bailarines, y todos comparten una pasión ilimitada, intensa por ese arte. Es más evidente este espíritu documental cuando antes de este montaje (Donde aparentemente el diálogo fue improvisado por los propios actores) tenemos una secuencia de entrevistas donde cada uno de ellos expresa en detalle sus puntos de vista sobre la danza y la escena del baile en Francia y el mundo. El hecho de que no se pueda notar donde termina la voz de Noé y donde surge la voz improvisada del elenco es testimonio del logro del director de hacer palpable el verosímil de la película
Y luego tenemos el infierno que es la segunda mitad, donde las influencias citadas en la secuencia de la entrevista (Christiane F., Possession y Suspiria, entre otras no tan obvias como Querelle de Fassbinder) se hacen bien evidentes. Los bailarines todos consumen de un bowl de sangria que al parecer alguien enriqueció con LSD. Las luces de neón, la música electrónica incesante, las pulsiones sexuales que corren por el aire, la aislación del medio del lugar en el que se encuentran y el aparente abuso de la sustancia hace que la noche de celebración se torne progresivamente en una pesadilla para todos los involucrados. Los conflictos entre integrantes del grupo se tornan violentos, empiezan a perder noción de sentido sobre sus extremidades, comienzan a sentir un calor imparable en su interior y, aún más inquietante, empiezan a sentir y a ver cosas inexplicables. Eso sí, Noé nunca nos muestra que ven ni nos describe qué sienten. Solamente muestra a los personajes alucinando y sufriendo, sus dolorosos gritos evidencia de la intensidad de lo que están viviendo. Hay alguna que otra muerte, sí, pero Noé no hace espectáculo de las mismas. Ni siquiera las muestra. Su interés está menos en las consecuencias y mucho más en el viaje.
El mismo filme refuerza en intertítulos un mensaje algo confuso pero en esencia bastante simple: NACER ES UNA OPORTUNIDAD ÚNICA. VIVIR ES UNA IMPOSIBILIDAD COLECTIVA. MORIR ES UNA EXPERIENCIA EXTRAORDINARIA. Las tres frases hacen eco al tono del filme. Comienza como una fiesta alegre, desciende hacia una experiencia incómoda, y termina en un caos increíble y absurdo. Es la conexión entre esos puntos, sin embargo, lo que Noé encuentra intoxicante, y es por eso que se dejó tanto lugar a los actores para improvisar y para divertirse interpretando a personajes viviendo quizás la peor experiencia de su vida, perdiendo control sobre su cuerpo y su mente. No hay mucha metáfora para extraer, solo sensaciones.

La banda sonora está en su mayoría compuesta por canciones de electrónica estilo "Rave" con nombres como Thomas Bangalter, Daft Punk, DJ Kiddy Smiles y Aphex Twin, entre otros.
Y hablando de sensaciones, hablemos de como Benoît Debie, una vez más, hace algo extraordinario con la cinematografía en Climax. La cámara gira, baila, corre, cae y se contorna. Imita los movimientos de los bailarines, pero siempre por fuera. La iluminación, la música, los gritos crean un efecto alucinante que encuentra un eco específico en los vertiginosos movimientos de cámara. Uno es consciente de la técnica como un fascinante truco cinematográfico hasta que la película termina, y el efecto físico pega al espectador como una bomba. La insistencia en dar vuelta los planos y el hecho de estar plenamente filmada con un lente super ángular hace que el espectador contorne el cuello más de una vez para captar lo que está sucediendo, incluso sin que se dé cuenta. Los efectos secundarios de ver una algo así por un tiempo sostenido son varios: Mareos, tensión, inestabilidad, dolores de cabeza, depende de la resistencia de uno y de condiciones pre-existentes, obviamente. Pero si uno encima combina la admirable fisonomía de esta forma de filmar con los eventos retratados en pantalla, el resultado es un fiel y visceral retrato de un "mal viaje" en todo su esplendor. Como experiencia sensorial, Climax no es particularmente agradable, pero fasci. Si uno logra abstraerse de la maestría técnica (Es difícil, porque todo el equipo detrás y delante de la cámara es indudablemente talentoso), las sensaciones que transmite el filme a través de sus despliegues no son vistas normalmente más allá del cine experimental de "museo" o alguna que otra instalación audiovisual. Climax es capaz de lograr las mismas experiencias para el espectador sin sacrificar un poco de diversión o entretenimiento. Es tan escapista como es transgresora. Es Noé finalmente llegando a términos con su carrera, su estilo, sus intereses y sus influencias. Si decide continuar por este camino o regresar a su cine más indulgente, es difícil saber. A esta altura ya sabemos que a Noé le chupa todo un huevo.
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