martes, 6 de septiembre de 2016

Movie Critic. Café Society

Resultado de imagen para Café SocietyLa nueva película de Woody Allen ve al director explorar Nueva York y Los Angeles en los años 30, con un elenco inmenso como siempre. ¿Es esta una nueva película sólida del cineasta, u otro fracaso?

Si uno se dispone de tiempo como para analizar la influencia que tienen las obras de Fitzgerald sobre las películas de Woody Allen, creo que no sería sorpresa encontrar que desde sus más tempranos trabajos, como Interiores, que el autor estuvo, incluso en sus formas mas sutiles, presente en los temas y los personajes de Allen. En Medianoche en Paris, Woody directamente lo tuvo como personaje, a pesar de que en esa película no escaseaban las personalidades de la era dorada, desde Ernest Hemingway hasta Gertrude Stein. Mientras tanto, este nuevo filme de Allen encuentra al director más ligado que nunca al escritor de El Gran Gatsby y Suave es la Noche. La película, de hecho, pudo tranquilamente haber sido co-escrita por Fitzgerald, y el título en si incluso parece una referencia. Si bien Woody Allen no explora nada nuevo en cuanto a temáticas y personajes en Café Society, hace tiempo que no veíamos al cineasta poner tanto de su corazón en un proyecto, y menos en uno que se trate de una comedia romántica de tintes tan cálidos como esta.
Bobby Dorfman (Jesse Eisenberg) es un chico judío de Nueva York con pocas ambiciones, buscando nuevas experiencias de vida en Los Angeles. Su madre, Rose (Jeannie Berlin), una judía ortodoxa de antaño que suele mezclar el inglés y el hebreo, logra conectar a su hijo con el tío del chico: el exitoso y ocupado agente de talentos Phil Stern (Steve Carrel). Phil le ofrece un trabajo modesto a Bobby, con tal de que el joven pueda tener una fuente de ingresos lo suficientemente justificable como para poder vivir en Hollywood, y en el proceso, el mismo conoce a la bellísima Vonnie (Kristen Stewart), una chica tan peculiar como hermosa de la cual se enamora a primera vista.
Café Society tiene fallas técnincas que son enormes, e incluso por momentos imperdonables: La edición es bastante novata, a veces notablemente descuidada, con la música cortándose abruptamente o efectos de transición sacados directamente de la versión más atrasada de Windows Movie Maker que uno pueda imaginar. La cinematografía de Vittorio Storaro es en ocasiones bella, y en otras está ahogada en filtros y efectos de iluminación que quita toda calidez estética a las imágenes. Además están los pequeños y usuales problemas con las películas de Woody, como diálogos pseudo-intelectuales que suenan forzados, o un ritmo que por momentos decae o es víctima de lo predecible. Sin embargo, a pesar de sus grandes fallas, Café Society continúa siendo un placer de ver: Una película de puras buenas intenciones, llena de un humor y de una dulzura tan irresistibles que resultan como un tibio abrazo de un director que se encuentra más cómodo cuando el territorio donde trabaja le es familiar, y al mismo tiempo demuestra que su fórmula todavía no falla.
Las actuaciones son como se esperan: Eisenberg interpreta una versión contemporánea de Woody, y lo hace bien, sin sentirse como una parodia o una imitación barata. Kristen Stewart, una actriz controversial donde se la vea, encaja bien, de la misma forma que lo hizo en Del Otro Lado del Éxito el año pasado, en el papel que se le entrega. Su actuación se acentúa por lo bella que es en los vestidos y peinados de la época. Steve Carrell está impecable en un rol menor que se destaca, al igual que Jeannie Berlin y Ken Stott como los padres de Bobby. Hay momentos de sobreactuación, como en casi todas la comedias de Woody, donde la irreverencia de la situación parece filtrarse hacia el realismo que se intenta abordar, pero Café Society hace un buen trabajo de balancear ambas partes, con un tono liviano que se limita a no ser ni muy tonto ni muy denso.
El final del filme, melancólico y emocionante, deja al espectador en una nota alta difícil de sacar. Eso es algo que no hemos visto en películas de Woody últimamente. Parece que en los últimos años, Woody se mantuvo frío, haciendo películas rápidamente para cumplir con su itinerario de una película por año, que resultan olvidables en los mejores casos. Ver una película de Woody que se quede en la memoria por más de un día de haberla visto en el cine, que no se mezcle con sus títulos anteriores, nos trae de vuelta a buenos tiempos, y nos inunda de una placentera nostalgia. Lo mismo, creo yo, sintió el director, en sus 80 y tantos, al realizar Café Society, una prueba de que vale la pena seguir teniendo a Woody en el mundo, ya que nadie nos puede hacer sentir nostalgia mejor que él.

Nuestro Puntaje: 7/10

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